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Sabbat: Facciones
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Sabbat: Facciones
Facciones Sabbat
El Sabbat no es un grupo monolítico, como ilustran su historia, su filosofía cosmopolita y su vocación por la libertad personal. Es hogar de numerosos grupos escindidos y facciones unidas a las filas de la organización para lograr sus propios fines, o para dirigir una división mayor. En este caos organizativo no es raro encontrar a estos vampiros en las propias manadas, aunque en modo alguno eso signifique que todos los miembros del Sabbat sean miembros de alguna de las facciones; la mayoría simplemente pertenece a la Espada de Caín.
Sin embargo, estos grupos son muy numerosos, y algunos se han convertido en parte integral de la existencia de la propia organización.
Mano negra
La Mano Negra puede describirse corno una secta dentro de una secta, un grupo único de vampiros distintos a los demás. Sin embargo, esta facción (también conocida como la Mano o, con menor frecuencia, como manus nigrum) no es totalmente independiente, ya que todos sus miembros son leales al Sabbat.
La Mano Negra consta de vampiros de muchos clanes distintos, pero principalmente se nutre de los Assamita y los Gangrel antitribu, además de otras Líneas de Sangre como las Nagaraja. También incluye a muchos otros para los que su clan es un asunto secundario, y que persiguen los ideales de libertad de la organización. Los miembros de la Mano Negra no suelen crear manadas propias, sino que se dispersan entra los demás vampiros de la secta. Existen algunas manadas compuestas exclusivamente por agentes de la Mano, pero no suele vérselas nunca si no es en los acontecimientos más importantes, como los asedios o las cruzadas.
Esta facción, concebida como milicia especial, se puede describir de forma sencilla como una fuerza militar a disposición de los líderes del Sabbat. Como un auténtico ejército, la Mano se especializa en numerosos aspectos de la guerra, desde la intriga y el espionaje hasta el asesinato y el combate directo. La Mano Negra no suele permanecer activa durante largos periodos, prefiriendo enviar pequeñas unidades o manadas concentradas para atender asuntos específicos. Son muy pocos los vampiros que pueden recordar una ocasión en la que toda la Mano haya actuado de forma simultánea. Los antiguos del Sabbat parecen preferirlo así, pues algunos temen en secreto que la facción intentara ciar un golpe si se mantuviera activa durante demasiado tiempo. Sin embargo, a lo largo de su historia la Mano Negra siempre ha servido con intachable lealtad.
Los dirigentes de la organización suelen activar unidades de la facción para liderar asaltos contra ciudades de la Camarilla o asedios en curso. En el grupo se encuentran muchos de los Cainitas más mortales de la Tierra, especializados en tácticas terroríficas y en la ruptura de la Mascarada. Sin embargo, llamar a la Mano Negra sin ser necesario suele marcar negativamente una reputación; la presencia de la secta es un asunto serio y no necesariamente sutil, y pedir su ayuda es, literalmente, sacar los cañones a la calle. Cualquier vampiro con el título de obispo o superior puede recurrir a ella, y casi todos los miembros de la Mano son capaces de contactar con la facción para solicitar ayuda.
Los principales dirigentes de la Mano seleccionan a sus posibles miembros de forma individual. La pertenencia a este grupo es un gran prestigio en el Sabbat, similar a la entrada en una fuerza militar de élite (de hecho, es precisamente eso). El conocimiento de esta práctica se ha extendido por toda la organización, por lo que los vampiros que quieren llamar la atención de la Mano Negra suelen hacer grandes demostraciones de sus habilidades, a menudo llevando a cabo Cacerías Salvajes en solitario, asumiendo graves responsabilidades en los asedios o incluso retando a duelo a otros miembros de la Mano.
La facción pone a prueba a los candidatos mediante rigurosos exámenes diseñados para comprobar la resistencia, la fuerza, la voluntad, la astucia y la habilidad marcial de un vampiro. Suele exigirse caminar sobre carbones encendidos, despistar a manadas de la Mano o superar pruebas a gran escala de “capacidad para la violencia”, que suelen terminar con grandes grupos de mortales mutilados preguntándose qué les ha ocurrido. Si el candidato es aceptado se le asigna a un mentor para instruirle en el funcionamiento de la facción y en el combate avanzado.
Los miembros de la Mano Negra tienen una marca particular, un símbolo místico indeleble que se lleva en la palma de la mano derecha. Una vez se recibe esta marca, el vampiro se convierte en un verdadero miembro del grupo y debe responder sin falta a su llamada.
Aunque es posible ocultar la señal o pintar encima de ella (los espías suelen hacerlo para no revelar su afiliación), es imposible eliminarla. Se pertenece a la Mano Negra hasta la Muerte Definitiva.
Un grupo de vampiros conocidos como Serafines actúa como alto consejo militar de la facción, como generales y líderes. Estos cuatro Cainitas responden directamente ante el regente, y se sabe que se unen al consistorio cuando la guerra es inminente. Bajo ellos están los dominios, líderes de menor rango que organizan los regimientos de guerreros. A sus órdenes se encuentran los tenientes, sargentos y soldados (si puede llamarse así a estos combatientes de élite), que llevan a cabo la mayoría de las operaciones.
Muchos Sabbat atribuyen a la Mano Negra la unidad de la secta en los tiempos difíciles. De hecho, la facción se mantuvo operativa durante las dos primeras Guerras Civiles, permitiendo a la organización mantener su influencia en ciudades que de otro modo hubieran caído en manos de la Camarilla al iniciarse el conflicto.
Uno de los serafines, Djuhah, ha creado manadas permanentes de miembros de la Mano Negra, para consternación del resto del Sabbat. No se sabe qué fin pretende dar a estas columnas, pero algunos han observado lo que parece ser un cierto “silencio” en las actividades de la Mano en los últimos años. En realidad, gran parte de los éxitos militares de la organización parecen producirse sin el apoyo visible de la facción, por lo que muchos de sus detractores ponen en duda su utilidad.
Inquisición
Imitando a la Inquisición de los mortales españoles, la del Sabbat es una facción política encargada de purgar a los herejes y los infernalistas. Creada en principio para combatir a los seguidores de la Senda de las Revelaciones Perversas que se habían ocultado dentro de la secta, ha logrado tremendos éxitos en los últimos años con notables actuaciones en Detroit y Montreal (así como entre varias manadas nómadas). Por supuesto, la facción también recuerda a la Inquisición mortal en otros aspectos: si acusa a alguien de infernalismo es muy difícil defenderse, y tiene la costumbre de emplear tácticas tan tortuosas y terribles como su contrapartida histórica.
La Inquisición del Sabbat ha doblado recientemente su tamaño, pasando de quince a treinta miembros, principalmente gracias a su éxito. Todos sus componentes son respetados (y poderosos...) miembros del Sabbat de lealtad intachable. Los grupos de Inquisidores viajan a los territorios de la organización para presidir e impartir castigos entre los acusados. A pesar de sus éxitos descubriendo infernalistas, han desarrollado una reputación por la crueldad de los métodos empleados en los interrogatorios y en los castigos. Un Sabbat acusado de infernalismo puede ser marcado, quemado, desmembrado y apaleado, mientras que uno que lo admita (o que sea hallado culpable) recibe una Muerte Definitiva lenta y prolongada, complicada por dolorosos tormentos que, aunque en sí mismos no son capaces de matar, sí hacen insoportable el proceso. Muchos Inquisidores disfrutan firmando estas sentencias (conocidas como autos de fe), amputando a las víctimas, introduciendo insectos bajo la piel o propinando latigazos. Casi todos los demás les permiten estas excentricidades para no arriesgarse a ser acusados.
Esta facción es también una entidad política que posee poder para deponer a Obispos, Arzobispos y Ducti. Está a punto de convertirse en una herramienta política, pero aún no lo es porque sus miembros están dedicados a sus responsabilidades, y no aceptan de buen grado los intentos de manipulación.
La Inquisición tiene un poder sin precedentes, ya que es capaz de investigar y acusar a voluntad. Los Inquisidores Nómadas suelen viajar en grupos de cinco, acompañados por un par de templarios. Aunque los éxitos compensan las interferencias, no han hecho demasiados amigos en el resto de la organización. Muchos Obispos y Arzobispos no desean su presencia, ya que suelen inmiscuirse en el funcionamiento normal de la secta para sacarle los trapos sucios a todos los Cainitas de una ciudad dada.
Los Inquisidores prefieren aparecer sin anunciarse, ya que el conocimiento de su llegada permite a aquellos que tienen algo que ocultar escapar de su ira. Al visitar una ciudad interrogan a todo el mundo, desde los miembros a prueba hasta los Arzobispos y Cardenales. Consideran las pruebas contra todos los Cainitas y aceptan acusaciones de cualquier miembro de la secta. Por supuesto, de las acusaciones sin fundamento no suelen obtenerse pruebas. En estos casos, la Inquisición prefiere dejar a los falsos acusadores, avergonzados, en manos de aquéllos encausados injustamente.
Suelen comportarse de forma brusca, y no dudan a la hora de usar la intimidación en sus investigaciones. A pesar del bien que hacen a la secta, a los Inquisidores suele tratárseles con miedo respetuoso, pues todos saben que sus no-vidas están en sus manos.
Se rumorea que existe antagonismo entre la Mano Negra y la Inquisición. Los miembros de una facción tienen prohibido expresamente pertenecer a la otra, y algunos sospechan que esta rivalidad es resultado de los éxitos de los Inquisidores y las recientes quejas a la impotencia de la Mano.
Facción Lealista
Esta facción asegura ser el legado de los Sabbat “auténticos”, aquellos vampiros que se sacudieron el yugo de los antiguos para lograr la libertad. Los demás suelen considerar a los Lealistas anarquistas, sociópatas y niños malcriados que quieren beneficiarse de la Maldición de Caín sin aceptar las responsabilidades.
La filosofía Lealista es sencilla: cada vampiro es su propio amo. Todos los vampiros tienen libertad para hacer lo que deseen, ya sea destruir a los Antediluvianos u organizar una carnicería en un centro comercial. En la práctica, pocos actúan de este modo, ya que saben que las autoridades los acosarían y destruirían, a menudo por orden de otros vampiros que valoran su intimidad.
Evidentemente, los Lealistas carecen de organización, y se les considera una facción solo por tratarse de un conjunto de personas que apoya una ideología. La mayoría de los Sabbat no les tiene mucho respeto, ya que tienden a actuar contra sus dirigentes por puro placer (o porque es su obligación, como diría un Lealista). Por supuesto, esta oposición indiscriminada crea problemas, complica las misiones y genera conflictos innecesarios. Sin embargo, los Lealistas persisten en su actitud.
Estos vampiros creen realmente en su causa. Ven a un antiguo estancado y decadente y se quejan de que la secta haya abandonado sus verdaderos ideales. Están convencidos de que la noche ya no pertenece al Sabbat, y creen que la secta es irrelevante visto el actual estado de las cosas. Las manadas son tan impotentes como los neonatos de la Camarilla o los anarquistas, y todo por culpa de la apatía y el antagonismo de los antiguos. Los Lealistas hacen lo que hacen porque es su deber, como hicieron los anarquistas y antitribu originales en las noches de la Revuelta Anarquista.
Aceptan a cualquiera en sus filas y no tienen códigos o rituales secretos para identificarse los unos a los otros. La secta no tiene jerarquía de responsabilidades, y está compuesta principalmente por jóvenes Sabbat (aunque muchos antiguos apoyaban su causa, poco a poco la fueron abandonado). La posición dentro de la facción la determinan las historias de antiguos humillados o burlados, así como otras hazañas resultado de la actitud “punk-rock” definitiva.
Es evidente que dentro del Sabbat los Lealistas no tienen mucho poder, pero su número no deja de crecer. Muchos antiguos cometen el error de despreciarlos, pero los Cainitas más cautos ven el potencial (o la amenaza) que representan, y señalan a los Panders como un ejemplo reciente de lo que los jóvenes son capaces de lograr.
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