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Anarquistas: Jerarquía
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Anarquistas: Jerarquía
Jerarquía Anarquista
Sin contar a los propios anarquistas, existen dos clases de Vástagos: los que conocen las motivaciones de los anarquistas y los que creen que entienden el Movimiento Anarquista pero no tienen ni idea.
Sugiere a cualquiera de ellos que los anarquistas pueden tener una especie de jerarquía interna y serás blanco de burlas o se te expulsará del Elíseo. Aquellos que ven a los anarquistas como un grupo de jóvenes violentos creen que la noción de liderazgo más allá de la manada es un concepto ajeno a ellos, ya que consideran que aunque quisieran, no sabrían como crear un cuerpo gubernamental propio. Otros, presas de ciertas pretensiones de comprensión, están convencidos de que el movimiento podría llegar a organizarse, aunque están seguros de que nunca ocurrirá. Confunden el odio de los anarquistas hacia el sistema actual por un odio hacia todos los sistemas.
Nada podría estar más alejado de la verdad. Aunque el Movimiento Anarquista cuenta con una buena ración de cabezas huecas que se dedican a lanzar cócteles Molotov, la mayoría de sus miembros comprende que luchan por algo más, que intentan eliminar el status quo para hacer sitio para una estructura mejor. Y cualquier organización con un propósito, cualquier población que espera expandirse a costa de sus enemigos requiere un liderazgo. Incluso a pesar de que un gran número de esa población no lo desee.
Debido a esta necesidad de sutileza, de proteger a los anarquistas tanto de acusaciones de hipocresía del exterior como de levantamientos del interior, no hay demasiados cargos del movimiento que posean títulos. De todos los títulos que existen, un gran número de ellos son informales, y pocos están relacionados con cargos que tengan algún sentido para los Vástagos comunes.
Barón
Este es el único título universal utilizado por el Movimiento Anarquista con relación al terreno político. Daremos una definición sencilla del cargo: un Barón es el equivalente anarquista de un Príncipe. Los anarquistas, al menos la mayoría, saben que cualquier territorio con una mínima población vampírica necesita a alguien que actúe como moderador.
Incluso en este caso la percepción lo es todo. La elección del término “Barón” no es accidental. En la sociedad feudal, el Rey es todopoderoso y el Príncipe casi lo es. Sin embargo, un Barón es algo más parecido a un señor local, un terrateniente, alguien que puede gobernar al pueblo, pero que no ostenta ningún poder supremo. El título fue escogido precisamente porque es menos absoluto que el del Príncipe.
Algunos anarquistas argumentan que cualquier alusión a una sociedad feudal es poco apropiada y que el título administrativo debería ser algo más parecido a Gobernador, Presidente o algún otro término moderno. Sin embargo, los antiguos de la secta impusieron su punto de vista sobre el asunto. La explicación oficial fue que los títulos alternativos “carecían de dignidad”, pero el motivo real fue el de evitar crear confusión con los cargos y las instituciones oficiales. Muchos antiguos anarquistas no confían demasiado en la inteligencia de algunos de sus miembros más jóvenes.
Pero los Barones anarquistas no suelen poner en práctica demasiadas políticas, ya que deben evitar que los que están bajo su mando sientan que se les impone un comportamiento determinado. La mayor parte del tiempo lo dedican a actuar como mediadores en los conflictos entre los Vástagos, a orquestar acuerdos con otros líderes locales y a hacer cumplir aquellas Tradiciones que hasta los anarquistas deben obedecer.
El problema con el que suelen enfrentarse cuando deben mediar en disputas es que las partes en conflicto no suelen presentarse ante ellos de forma voluntaria. Si dos Vástagos pelean entre ellos por el control de una empresa, una esquina, un trozo de territorio o incluso un mortal dotado, el Barón debe enterarse de la situación e interponerse en el conflicto antes de que se le vaya de las manos. Aunque a veces los anarquistas acuden al Barón cuando tienen un problema, lo hacen cuando se encuentran en el bando perdedor de un conflicto que ya han intentado resolver de modo personal.
Pero los Barones también pueden intentar prevenir estos conflictos antes de que comiencen. Una “sugerencia” a un recién llegado de que se instale en una determinada porción de la ciudad puede hacer que el Barón erradique cualquier posibilidad de conflicto antes de que ambos bandos se encuentren. Sin embargo, esta propuesta debe plantearse con mucho tacto y el Barón debe realizar una buena “venta” del territorio, ya que cualquier anarquista que crea que es obligado a alejarse de una zona determinada, o que piense que se le asigna el peor dominio de la ciudad, puede convertirse en una fuente de problemas.
Pero en la mayoría de las ocasiones, el Barón suele verse involucrado cuando las cosas se ponen feas, por lo que acaba actuando como dictador en vez de como mediador. Esta es una labor peligrosa para un miembro de una facción dedicada a la revolución. Más de un Barón ha sido derrocado por demostrar la menor señal de favoritismo o impropiedad. Los anarquistas no toleran el abuso de autoridad, provenga de quien provenga.
Una vez dicho todo esto, llegamos a la conclusión de que el Barón es un Vástago con las responsabilidades de un Príncipe pero sin las herramientas. No cuenta con el respeto que inspira el título de Príncipe, ya que carece de la fuerza de éste. Además de poseer menos influencia política que una gran parte de los Príncipes, el Barón no tiene por qué ser uno de los Vástagos más antiguos o poderosos de la zona. Los anarquistas creen en un sistema basado en el mérito, por lo que puede ocurrir que el mejor administrador de la ciudad sea un Vástago pusilánime de 70 años que no tiene nada que hacer ante el implacable Príncipe de la ciudad vecina que ha visto pasar tres siglos desde sus días mortales.
Por lo tanto, si gobernar una turba de vampiros que no desean ser gobernados es un trabajo ingrato, ¿qué Vástago en su sano juicio estaría dispuesto a aceptar el cargo?
La respuesta, por asombrosa que pueda parecer, es cualquiera que crea que puede hacer algo bueno con él. Se trata de una actitud exótica en el interior de la Camarilla, y poco frecuente en el Sabbat. De todas formas, es cierto, muchos Barones anarquistas ocupan el cargo porque sienten cierta responsabilidad hacia las metas y el bienestar de la secta. No lo hacen para conseguir fama personal, ni por el poder que ostentan ante sus compañeros, lo hacen impulsados por un sentido del deber cívico que muchos Vástagos perdieron junto con sus impulsos sexuales.
Esto, junto con otras pocas virtudes, es el motivo por el que el Movimiento Anarquista sobrevive a pesar de los obstáculos y enemigos con los que cuenta. Independientemente de lo que puedan pensar los Vástagos ajenos a él, representa un ideal por el que la mayor parte de los miembros de la secta están dispuestos a trabajar.
A pesar de todo, algunos Barones anarquistas buscan este cargo como un medio para incrementar su poder en el interior de la secta. No se trata de una opción tan beneficiosa como el de un principado de una ciudad Camarilla, pero es lo mejor que el Movimiento Anarquista puede ofrecer. Estos Barones no son muy diferentes de sus hermanos más devotos, ya que siguen pasando la mayor parte del tiempo actuando como mediadores. La mayoría utiliza su cargo como medio para adquirir favores de otros anarquistas locales, ya que esta red de favores suele ser la única autoridad personal que un Barón puede obtener de su posición. Esta misión suele resultar tan sencilla como mediar en una determinada disputa a favor del bando que es capaz de ofrecer más. Los anarquistas no suelen respetar el juego de las prestaciones de forma tan religiosa como el resto de la Camarilla, aunque no suele resultar beneficioso renegar de una deuda.
Emisarios
Este cargo es informal, los Emisarios también son llamados Embajadores, Heraldos y (por los miembros más cínicos de la secta) Reemplazables. El Movimiento Anarquista está rodeado de enemigos. En la mayoría de las ciudades, los anarquistas se entremezclan con Vástagos de la Camarilla. En la Costa Oeste, los restos del Estado Libre Anarquista lucha por mantener su independencia del Mandarinato de la Nueva Promesa. Las cuadrillas nómadas suelen cruzar territorio Sabbat, momento en el que tienen poco margen de maniobra para cometer errores.
Algunos anarquistas, por extraño que nos parezca, deben convertirse en portadores de ramas de olivo, negociando, regateando y participando en los juegos de prestación y diplomacia en aras de la supervivencia del movimiento.
El Barón suele encargarse de designar a estos Emisarios, aunque algunos son escogidos por votación popular y otros simplemente descubren que tienen talento para ello. Su misión consiste en entrevistarse con los líderes de las otras sectas y convencerles de los beneficios que les reportaría ayudar a los anarquistas, o como mínimo, no interferir con el movimiento.
Pero lo que contribuye a complicar la labor de estos Emisarios es que dependen enteramente de su capacidad de persuasión, ya que carecen de bienes que ofrecer: El enviado de un Príncipe de la Camarilla o de un Obispo del Sabbat habla investido de la autoridad de su señor, una autoridad que le permite garantizar que la oferta llegará a oídos adecuados. En cambio, los Emisarios anarquistas tienen suerte si cuentan con el apoyo de un Barón. Muchos de ellos no tienen esta fortuna, ya que suelen defender la posición de una banda itinerantede Vástagos que la mayoría de antiguos odian simplemente por su afiliación sectaria y por sus actitudes.
Pero incluso aquellos que hablan en nombre de un Barón poseen poco poder negociador. Los Barones no cuentan con la misma influencia sobre su territorio que los Príncipes, ni tampoco pueden imponer cualquier acuerdo al que se comprometan si los Vástagos de su dominio no están de acuerdo. A menudo, lo mejor que un Emisario puede esperar de su visita es que el antiguo con el que se está entrevistando esté dispuesto a realizar concesiones a cambio de un favor personal del propio enviado, y que aquellos por los que el Emisario ha dado la cara estén dispuestos a ayudarle a devolver el favor más adelante.
El deber más frecuente de un Emisario consiste en entablar negociaciones con Príncipes de la Camarilla. A pesar de su aislamiento, los anarquistas todavía forman parte de la Torre de Marfil, por lo que alguien tiene que velar por sus intereses, aunque los antiguos no poseen el menor interés en hacerlo. En una ciudad Camarilla, la misión más frecuente de un Emisario consiste en defender los intereses de otro anarquista que ha sido castigado por alguna violación de la interpretación que hace el Príncipe de las Tradiciones. Si la infracción es leve, muchos Príncipes dejan al infractor libre con un castigo mínimo si el Emisario es lo bastante persuasivo y ofrece un incentivo adecuado, como un favor personal.
En el caso de una infracción más seria, puede que el Emisario deba utilizar sus dotes de charlatanería para tener una oportunidad de asegurar la libertad de su camarada. Algunos Emisarios poseen reputaciones similares a la de los abogados más famosos, y se sabe que muchos han viajado de una punta a otra del país a petición de un anarquista especialmente importante que se encuentra en problemas serios a manos de un Príncipe irritable.
Los Emisarios que deben negociar con el Sabbat son menos frecuentes. Se trata de una misión suicida. A pesar de sus proclamas y sus puños alzados, los anarquistas forman parte de la Camarilla y el Sabbat es consciente de ello. En ocasiones, una comunidad anarquista puede tener algo útil que ofrecer a la Espada de Caín, o una cuadrilla puede proveer un servicio más valioso a un “anfitrión” Sabbat que a los miembros de su propia sangre. En estos casos es necesaria la presencia de un negociador experto. Debemos destacar que a pesar de todo, ningún anarquista en su sano juicio recibe este nombramiento con felicidad, y se sabe de acérrimos defensores de la causa que tuvieron asuntos urgentes que atender cuando su barón comenzó a solicitar voluntarios.
Barrendero
Los Barones prefieren utilizar el término “Contable” o “Censor” para el vampiro que ocupa esta posición, aunque la mayoría de anarquistas utiliza la expresión Barrendero, Procurador, Sherlock o Ábaco. Esta plétora de nombres, alguno de los cuales bordea lo cómico, sugiere que los anarquistas no se toman demasiado en serio a estos Vástagos. Es cierto, pero aunque su burla es genuina, está teñida del temor de lo que estos vampiros podrían representar.
Los barones de un territorio anarquista no tienen demasiada suerte en lo que se refiere a la Tradición de Hospitalidad. Un Barón afortunado puede conocer la identidad de la mitad de los Vástagos que ocupan su dominio. Algunos Barones han aceptado este hecho, aunque otros han creado el oficio del Contable (o el Barrendero) para rectificar el problema.
El deber de un Barrendero es sencillo. Debe frecuentar la Zona, los suburbios, los clubes nocturnos, así como cualquier otro lugar susceptible de atraer a los Vástagos y en especial a los jóvenes recién llegados, encargándose de observar rostros, apuntar nombres, actitudes, habilidades, clan y cualquier otra cosa que pueda descubrir. Esta información no se utiliza para ningún propósito oscuro, simplemente se le entrega al barón para que este tenga una cierta idea de la identidad de los ocupantes de su ciudad.
Como es natural, muchos miembros del Movimiento Anarquista no están de acuerdo con ello.
Contra esta medida se esgrimen las objeciones usuales: se trata de una violación de la libertad y de la privacidad, un intento de controlar los actos ajenos, no representa los ideales del movimiento, este esfuerzo podría utilizarse con otros propósitos, etcétera.
Pero son pocos los anarquistas que están dispuestos a expresar la verdadera naturaleza de su disgusto (y de su miedo) ante el Barrendero. Para muchos de ellos, un Vástago independiente que visita los suburbios y la Zona tomando nota de quien es nuevo y quien no, les recuerda demasiado al más odiado de los matones de la Camarilla, el Azote.
Cierto, el deber del Barrendero es totalmente pacífico, pero a pesar de todo hace que los anarquistas se sientan incómodos. ¿Qué evita que un Barrendero renegado se extralimite de sus deberes y decida eliminar a aquellos que puedan causar problemas? Algunos anarquistas no están dispuestos a esperar hasta que los Barrenderos se muestren violentos para tomar medidas precautorias. De todos los oficios del "gobierno" del Movimiento Anarquista, los Barrenderos son los únicos que hallan la Muerte Definitiva a manos de sus compañeros de secta con más frecuencia que debido a los esfuerzos de los enemigos externos.
Hasta el momento, la decisión de emplear a un Contable pertenece a los Barones, aunque se está ejerciendo presión en la secta para eliminar esta medida.
Camaleón
Título informal, conocido como Bond, Topo, Submarino o Sub. Un Camaleón es un anarquista que goza de cierto grado de autoridad en alguna de las otras sectas. La vasta mayoría de las veces suele referirse a la Camarilla, aunque existen Camaleones en el Mandarinato de la Nueva Promesa y en el Sabbat.
Estos vampiros deben ser maestros del engaño, ya que su relación con el Movimiento Anarquista tiene que permanecer en secreto. Su trabajo suele centrarse en la recogida de información, ya que ésta ha salvado en incontables ocasiones la existencia de más de un anarquista que se encontraba a unas pocas noches de enfrentarse a la ira del príncipe. Ocasionalmente, sus deberes se extienden más allá, transfiriendo fondos y recursos hacia los anarquistas, siempre que puedan hacerlo sin ponerse en peligro.
Existe una distinción sutil pero importante que debemos hacer. Los Camaleones no son simples Vástagos de la Camarilla, o de otra secta, que simpatizan con los anarquistas y están dispuestos a ayudar al movimiento bajo mano. Todo Camaleón debe ser un miembro del Movimiento anarquista antes de conseguir su cargo en la otra secta. Esto asegura cierto grado de dedicación a la causa de la que carecen otros colaboradores más esporádicos.
El peligro de estos infiltrados consiste en que a veces son descubiertos. Los líderes anarquistas no se preocupan demasiado de la seguridad del Camaleón, ya que aunque prefieren que mantenga su integridad intacta, saben que era consciente de los riesgos que acompañaban al cargo. Lo que puede ser mucho más importante y peligroso es la información que podría revelar a los antiguos si fuera interrogado tras ser descubierto.
La mejor práctica para protegerse contra esta clase de amenaza es tema de discusión en el interior del Movimiento Anarquista. La primera precaución consiste en no informar al Camaleón de nada que no deba saber. Los interrogadores más expertos del mundo son incapaces de descubrir información que el sujeto no posee.
A parte de eso, los Camaleones suelen ser sujetos a un uso intensivo de la Dominación y otros condicionamientos mentales. Los líderes anarquistas entierran recuerdos, implantan una feroz resistencia a la interrogación y realizan todos los nudos mentales que pueden para proteger al Camaleón y a los anarquistas de los Vástagos de la secta donde éste se infiltre.
El problema de esta táctica radica en que los antiguos de esas sectas suelen ser mayores y de generación menor a la de los anarquistas, lo que significa que son mejores en el juego de la Dominación. Esta clase de salvaguardias no suelen aguantar la primera sesión de interrogatorio, tiempo suficiente en las raras ocasiones en que los anarquistas pueden orquestar un rescate, pero inútil en otras circunstancias.
Se han considerado otras opciones más radicales, aunque de momento no se han puesto en práctica. Muchos anarquistas no están dispuestos a depender de vínculos de sangre. Esta práctica viola todo por lo que luchan y no les hace mejores que la Camarilla. Algunos extremistas han sugerido cierto tipo de dispositivo suicida incendiario, aunque la idea fue abandonada a las pocas horas. A pesar de su entrega por la causa anarquista, los Camaleones son Vástagos, y los Vástagos no se abalanzan hacia la destrucción a la ligera.
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