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Información Sabbat: Jerarquía

Mensaje por Isidor Sáb Jul 30, 2016 11:23 pm


Jerarquía Sabbat


Aunque seria difícil de discernir desde fuera, el Sabbat dispone en realidad de una jerarquía codificada. La secta tiene lideres y seguidores, comandantes y soldados, como en cualquier otro ejercito.

Por supuesto, el “esfuerzo de guerra” es algo totalmente subjetivo. Los Sabbat no pasan todas las noches en un conflicto constante contra los vampiros de la Camarilla o los insidiosos Antediluvianos. De hecho, para el ignorante, las ciudades de la Camarilla y del Sabbat no muestran muchas diferencias, salvo un mayor número de delitos y desapariciones en las segundas. Sin embargo, en el Mundo de Tinieblas todo es variable: algo que un obispo aceptaría sin problemas puede significar la Muerte Definitiva para otro.

El Sabbat no es gobernado, sino dirigido: hasta el regente y los cardenales cumplen su labor por devoción a la causa. Sin embargo, el liderazgo dentro de la secta es precario. En los escalones superiores los vampiros tienden a perder el contacto con los jóvenes que llevan la lucha nocturna. Entre la masa, las decisiones de un ductus o un sacerdote suelen tener mas peso que las del arzobispo u obispo de la ciudad. Al final, es este fervoroso apoyo a la causa lo que derrota al Sabbat, ya que la desorganización endémica de una secta que ha jurado defender la libertad le impide alcanzar éxitos importantes.

A pesar de esta aparente devoción, los miembros de la organización son, ante todo, vampiros. Se trata de criaturas parásitas e inmortales que sufren los mismos miedos que los demás Condenados: cazadores de brujas, Cainitas, misteriosos seres sobrenaturales que aparecen en sus ciudades e incluso mortales que descubren las depredaciones conspiran para terminar con su no-vida, como harían con cualquier otra amenaza. Aunque nunca la llamarían así, los miembros de la secta apoyan una Mascarada tácita; no son estúpidos, y los líderes saben que no hay modo de triunfar si la organización se colapsa antes de establecer un modo de lograr sus objetivos.

Por tanto, el Sabbat ha creado unos cuantos “cargos” para servir a sus intereses. Estos títulos son artificiales, aunque cualquier vampiro que los obtiene dispone del poder personal o de la influencia necesaria para respaldarlo. Los vampiros del Sabbat, criaturas apasionadas, guardan odios y enemistades tan profundos como cualquier arpía de la Camarilla o cualquier disidente anarquista; la política interna de la secta es tan sucia como la de sus rivales, aunque asegure estar por encima de esas cosas. Todos los vampiros en los diversos niveles de la estructura de poder deben favores a algunos camaradas, tienen enfrentamientos con otros y manipulan todos los recursos a su disposición para dificultar las cosas a sus rivales, ganando deudas de otros o pagando las suyas. Se dice incluso que los recientes trastornos provocados por la Inquisición en Montreal son el resultado directo de los intentos de un vampiro por enfrentar a demasiadas facciones, algo que cualquier Cainita familiarizado con el funcionamiento de la Camarilla ha visto en numerosas ocasiones.

Para delimitar las responsabilidades, el Sabbat se ha dotado de una organización somera. En teoría, esta jerarquía proporciona una base fuerte al liderazgo, ya que los vampiros más capaces se abren paso mediante la violencia y la intriga hacia el poder. Sin embargo, en la práctica el modelo se rompe, ya que los más antiguos exigen una servidumbre anacrónica a los Cainitas a su mando, y los jóvenes se rebelan contra los líderes que deberían estar preparando golpes en vez de maquinar entre ellos, como los Chupones depravados de la Camarilla. Es posible que el Sabbat sea su peor enemigo, ya que muchas batallas se libran en el corazón y la mente de sus miembros.


Regente

El regente del Sabbat supuestamente coordina el plan maestro de la secta a gran escala, del mismo modo que un dictador o un presidente corporativo mortal. Es apoyado por un consistorio de poderosos vampiros, que tiene poca influencia en la secta en general. Los más jóvenes suelen presumir abiertamente de rechazar a esta figura hipócrita, al tiempo que los antiguos se burlan de sus órdenes para lograr el máximo beneficio personal. El regente puede exigir servicio, lealtad y respeto, pero haría bien en tener algo que lo respalde, ya que en el Sabbat no escasean los megalomaníacos atentos que no dudarían en usurpar su posición.

Los asuntos nocturnos del regente consisten básicamente en entretener a las luminarias de a secta, oír informes de progresos, maquinar contra los demás vampiros (tanto del Sabbat como de fuera) y decidir las maniobras tácticas y estratégicas. Se suma a esta lista el incesante cuidado de la influencia, los movimientos y contramovimientos para mantener a raya a los enemigos, la presidencia de los ritae y la defensa contra las innumerables intrigas inherentes a los siglos de vida entre los Cainitas.

Melinda Galbraith, tiene su refugio en Ciudad de México. Es miembro de los Toreador antitribu y recibe numerosas críticas de sus detractores por estar más preocupada por los pequeños asuntos de la secta que por los principales objetivos del Sabbat. Parece limitarse a echar migajas a sus subordinados, celebrando elaborados ritae y cambiando verdaderos éxitos con pompa y adherencia estricta a los rituales. Sin embargo, Galbraith ha sido vital a la hora de apoyar algunos de los principales asedios en Norteamérica. Por este motivo no recibe mucha aprobación de los Sabbat del Viejo Mundo, que creen que tiende a concentrarse demasiado en su entorno inmediato, olvidándose del resto del planeta.


Cardenales

Los Cardenales supervisan los asuntos en grandes regiones geográficas. Como superiores de los Arzobispos, coordinan al Sabbat en sus ciudades y lo dirigen en la Gran Yihad.

Ostentan un inmenso poder, ya que su influencia es amplísima. Además, aunque no tengan control directo sobre una zona, sus subordinados sí. El cargo de cardenal es mucho más complejo que la simple administración regional. Son los generales de las cruzadas, y es su responsabilidad directa atraer a las ciudades de sus diócesis a los brazos del Sabbat. Por supuesto, esto no es nada fácil; la caída de una ciudad tarda años en planearse y ejecutarse. Además, la infiltración y derrocamiento requiere de delicadeza. Un erial bombardeado no es un lugar agradable de gobernar.

Obviamente, las responsabilidades de los cardenales son vastas. Por un lado deben agradar a sus superiores y a sus iguales, demostrando su valía en el cargo y manteniendo la Gran Yihad. Por la otra deben ejercer una precaución y un control enormes, ya que convertir las ciudades en infiernos disminuye su valor.

Casi todos los Sabbat ven a los cardenales no más de una vez al año, ya que los deberes del cargo les mantienen en constante comunicación con Obispos, Arzobispos, Prisci y, por supuesto, la propia Regente. Los escalones menores de la secta solo suelen verlos durante los rituales y festivales honoríficos.

Su estilo varía enormemente. Algunos son belicosos señores de la guerra que cargan en sus cruzadas al frente de las columnas, destruyendo a todo aquel que se pone en su camino con poderes terroríficos. Otros son astutos estrategas que orquestan cuidadosamente cada movimiento de los vampiros que lideran. También los hay carismáticos, que llevan a sus súbditos al frenesí para luego liberarlos contra los débiles y desprevenidos “Vástagos” de la Camarilla. Casi todos son temidos por los que están bajo ellos, ya que sus tremendos poderes físicos y políticos les convierten en terribles enemigos cuya gracia hay que conservar para no enfrentarse a la Muerte Definitiva.


Prisci

Los Prisci son poderosos vampiros del Sabbat de gran edad, seleccionados por el consistorio para unirse a sus filas como consejeros. Los Prisci no necesitan ostentar poder temporal, ya que no son responsables de mantener la influencia del Sabbat en una ciudad ni deben coordinar asedios u otros esfuerzos militares. Lo que hacen es ofrecer sus conocimientos a los demás miembros de la secta, especialmente al Regente, los Cardenales y los Arzobispos.

Sin embargo, a menudo logran alcanzar una cierta influencia política, normalmente a expensas de aquellos que les fallan. Casi todos pertenecen a los clanes Lasombra, Tzimisce y Toreador antitribu, aunque no existen reglas formales que limiten el acceso. Por supuesto, para convertirse en priscus hay que demostrar que se es de un inmenso valor para la secta; ningún vampiro de menos de 200 años ha logrado nunca este cargo. Para los más jóvenes, los prisci epitoman la hipocresía del Sabbat. Sí, han demostrado su valía, pero no de forma consistente. Puede que el Priscus Nosequién haya hecho algo una noche olvidada de hace más de cien años, pero, ¿alguien recuerda algo reciente y memorable?

Por supuesto, estos neonatos no suelen tener la ocasión de ver a los prisci en acción. Al estar dedicados a ayudar al regente, gran parte de sus asuntos tiene lugar en los centros de poder del Sabbat. Sin embargo, los jóvenes no andan totalmente desencaminados. El consistorio, que también incluye a algunos cardenales, recuerda en muchos aspectos a las capas superiores de la Camarilla, ya que los vampiros más viejos se apuñalan en la espalda y usurpan su mutua influencia en un eterno juego por lograr la supremacía. El papel del priscus es asegurar el éxito a largo plazo del Sabbat mediante el asesoramiento y la planificación cuidadosa. Esta función sirve al interés de todos, ya que permite a los más jóvenes ver resultados reales por sus esfuerzos, y a los mayores disfrutar de los lujos obtenidos de una no-vida de traición y duplicidad, junto con algún esfuerzo ocasional.

Casi todos los prisci han alcanzado una gran edad y pasan buena parte de su tiempo en letargo, despertando solo cuando se les necesita o cuando un golpe importante requiere su atención. Son responsables de gran parte del avance en los escalones superiores de la secta; se necesita el patrocinio de uno de ellos para convertirse en arzobispo, por ejemplo, y el consistorio selecciona a sus propios miembros entre los niveles inferiores.

Hay que señalar que ser Priscus no es una vida de Banquetes de Sangre y epicurianismo. Muchos fueron nobles o estrategas antes de convertirse en vampiros, y su vasta experiencia, templada por la precaución necesaria para haber alcanzado su cargo, es de gran utilidad a la secta. Muy a menudo, el éxito o fracaso de un asedio depende de una pequeña información, como las defensas de las que el Príncipe puede disponer, o los vampiros simpatizantes a los que se puede convencer para que miren hacia otro lado mientras el Sabbat asola la ciudad. Ese es su papel: maximizar los, defectos de los demás mediante estrategias adecuadas. Algunas ciudades llegan a tener Prisci a mano para aconsejar al Arzobispo o al concilio obispal en asuntos de relevancia vampírica. Como hacedores de reyes, suelen ser el verdadero poder que se oculta tras los dirigentes.


Arzobispos

Los Arzobispos ofician los asuntos nocturnos de cada ciudad, a menudo como el vampiro más poderoso de la zona. Son nombrados por los Cardenales de cada región y son responsables de todos los Cainitas bajo su mando, así como del mantenimiento de una ciudad en los mejores intereses del Sabbat. Por supuesto, estos intereses no siempre (en realidad, casi nunca...) coinciden con los de los mortales. Como se ha dicho antes, las urbes de la organización son yermos o nidos de violencia, muy convenientes para la secta.

La mayoría de los Arzobispos apoya políticas de “no-revelación” similares a la Mascarada. Son menos estrictas, y la política hacia los humanos suele tender más hacia el desprecio que hacia el secretismo. Ese es el motivo por el que el índice de crímenes en estas ciudades se dispara. A menudo es mucho más fácil matar a un mortal que ha visto a un vampiro en acción que tratar de deshacer el problema. Dado el sentimiento general que casi todos estos Cainitas tienen hacia los humanos, la mayoría de los Arzobispos acepta este acuerdo.

Como el título sugiere, el Arzobispo es la máxima autoridad espiritual de una ciudad. La mayoría fueron Sacerdote de manada antes de lograr su posición. Este hecho revela mucho sobre el nombre del cargo, ya que son pocos los que tienen más de doscientos años. Sin embargo, aquellos que los superan suelen hacerlo de sobra, y se han convertido en Arzobispos de facto al ser los vampiros más viejos e influyentes de sus ciudades. Los Cainitas del Sabbat verdaderamente antiguos suelen ser Prisci o Cardenales, o incluso carecer de título alguno y dejar que su poder hable por ellos. Los Arzobispos tienen un papel activo en muchos de los auctoritas ritae de sus ciudades, y también, pueden participar a la hora de determinar los ignoblis ritae locales o regionales. Equilibran el poder temporal con la administración eficiente: las ciudades en las que las manadas destruyen a sus anchas se convierten en eriales, y estos lugares no pueden soportar una población vampírica.


Obispos

Si una ciudad no tiene Arzobispo, normalmente dispone de un consejo de entre tres y cinco Obispos, dependiendo del tamaño de la misma. Igual que los Arzobispos, este consejo es responsable del mantenimiento de la influencia del Sabbat en sus respectivas zonas, así como del crecimiento espiritual de
sus subordinados.

Los Obispos de la secta suelen proceder de los Sacerdotes de manada, pero también pueden ser Ducti. Como por lo general son más jóvenes y menos capaces que los Arzobispos, es el Sabbat el que crea los consejos. De este modo, ningún Obispo se ve obligado a operar en un puesto para el que no está capacitado. Por ejemplo, un administrador carismático y severo puede no saber nada sobre los ritae místicos, de modo que la secta se asegura de cubrir todas las bases. Casi todos estos cargos, que son promocionados directamente desde las manadas a las que sirven, tienen menos de doscientos años.

La división del poder entre diferentes dirigentes suele crear conflictos. Los Sacerdotes del Sabbat no son conocidos por su temperamento calmado, y un consejo de líderes con fuerte carácter suele sabotearse a sí mismo. Por este motivo los Obispos informan directamente a los Cardenales, que no tienen problemas para castigar o retorcer a los más problemáticos para que asuman su lugar adecuado. En cierto modo, la posición del Obispo es más exigente que la de Arzobispo, ya que el primero debe utilizar la diplomacia como herramienta clave, mientras que el segundo puede imponer sus ideas con menor resistencia.


Ducti

Los Ducti, líderes de las manadas, se encargan de las operaciones de los Cainitas a su cargo. Como la mayoría de estos grupos está formada por entre tres y siete vampiros, el cargo recuerda al del líder de una banda o al de jefe de una pequeña tribu.

El título de Ducti es principalmente honorífico y otorga reconocimiento como el más capaz de un grupo. Sin embargo, al cargo también le acompaña una cierta autoridad, aunque aquellos que se exceden en su ejercicio suelen ser apaleados y arrojados a un contenedor de basuras, cuando no se les empala y se les abandona a contemplar el amanecer. Los Ducti confían en la presencia y en la fuerza de la personalidad para motivar a los miembros de sus manadas. Trabajan estrechamente con los Sacerdotes para coordinar los ataques, aumentan la influencia de la secta y la manada y actúan como enlaces para los Obispos y Arzobispos.

Los Ducti pueden convocar Esbats, reuniones de la manada, de forma normalmente semanal. En estas congregaciones el Sacerdote suele celebrar los ritae más importantes, tras lo que el líder valora los avances del grupo. También asigna a cada miembro unas obligaciones que concuerden con las necesidades generales. Es necesario mantener el refugio, deshacerse de los cadáveres, etc.

La posición de Ductus es, con algunas notables excepciones, la más alta a la que puede llegar un Sabbat nómada. Estos vampiros viajan de un lugar a otro, y la mayoría no está preparada para ostentar títulos como el de Obispo o Arzobispo. Estos Cainitas no sufren ninguna restricción explícita para llegar a Priscus o a Cardenal, pero muy pocos lo han logrado.

El Ductus tiene mayor rango que el resto de los miembros de su manada, y aunque no siempre es el más viejo, sí tiene algo especial que le permite imponer su autoridad en caso de surgir diferencias. Los líderes sabios, por supuesto, escuchan lo que la manada tiene que decir, imponiendo su rango solo cuando los demás se niegan a aceptar la fuerza de sus argumentos.


Sacerdotes

Los Sacerdotes son responsables del bienestar espiritual de las manadas. La mayoría es Tzimisce, pero cualquier clan puede alcanzar el puesto con la instrucción apropiada.

Es el segundo al mando tras el Ductus, y oficia todos los ritae observados por el grupo, creando a menudo algunos específicos. De este modo se genera un fuerte vínculo de lealtad y se consigue un sentimiento de unidad: los miembros de la manada se convierten en personas únicas y valiosas con una tradición para demostrar su valía.

Todas las manadas disponen al menos de un sacerdote, aunque algunas extrañas o especialmente grandes pueden tener dos. En caso de que el Ductus sea eliminado, el sacerdote se convierte en líder pro tem, hasta que uno nuevo pueda ser nombrado por el Obispo o Arzobispo (o, en las manadas nómadas o autónomas, por el propio grupo).

Los sacerdotes tienen una tremenda responsabilidad. Deben impedir que sus camaradas sucumban al infernalismo o que dejen a sus Bestias crecer de forma incontrolada. Lo normal es que hayan abandonado su Humanidad (adoptando una Senda de la Iluminación), y que animen a sus compañeros a que sigan el mismo camino. Evidentemente, el Sacerdote es tanto un consejero como un brujo.


Templarios/Paladines

También conocidos como Paladines, estos vampiros son una fuerza de guardaespaldas de élite nombrados por un Obispo o un líder superior. Aunque carecen de organización formal, ser nombrado Templario es un gran honor para un Cainita. Convertirse en un símbolo de fuerza es un reconocimiento público de las propias habilidades combativas.

Los Templarios sirven en diversos cometidos, siempre militares. Casi todos los Arzobispos tienen en su séquito a unos cuantos para resolver los asuntos delicados que es mejor afrontar con un uso juicioso de la violencia, mientras que los Inquisidores suelen usarlos como músculo adicional en sus viajes.

Los Templarios tienen prohibida la entrada en la Mano Negra, ya que se puede crear un indeseable conflicto de intereses. Algunos Cainitas se refieren a ellos como "Sabuesos de Sangre" o "Botones", y suelen estar al servicio de los líderes de la secta, aunque algunos puedan pertenecer a alguna manada en periodos de inactividad, o después de ser honrosamente liberados de sus deberes en periodos en los que sus superiores no necesiten combatientes.

Isidor
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